Namor de John Byrne, serie protagonizada en los noventa por el primer mutante de universo marvelita, es uno de los títulos recuperados por la línea Marvel Limited Edition.
Un tomo de casi 500 páginas que recoge los primeros 18 números de una serie que llevaba la firma de uno de los nombres más importantes de la historia del cómic, además dedicándose prácticamente a toda las labores de su producción. Argumentista, dibujante y entintador hasta el número 25, Byrne quedaría en labores de guión hasta el 32, antes de que la deriva del Submariner se tornara, de nuevo, en algo mucho menos interesante.
Pero, sobre todo, en la primera parte de ese periplo con el heredero del trono Atlantis, el incomparable autor inglés, se entregó a la tarea de devolver a primera línea editorial uno de los personajes más incomprendidos de la factoría de Stan Lee. Muchos la han definido como su última gran obra y lo cierto es que, tras su lectura, lo considero un título muy a tener en cuenta dentro de la extensa (y notable) bibliografía del autor. El MLE Namor de John Byrne es, sin duda, una obra divertida y repleta de enormes atractivos, tanto a nivel gráfico; como argumental, que pasamos a comentar.
MARVEL´S FIRST AND MIGHTIEST MUTANT
Así que dejando claras las intenciones de competir con la (entonces) arrasadora avalancha mutante, uno de los más importantes papás X aceptaba el reto marvelita de continuar la atención en personajes acuáticos tras el crossover “Atlantis Ataca”, saga en la que parecía (una vez más) que el príncipe submarino había perecido. Pero la muerte no es duradera en el mundo del cómic y el personaje volvía a la vida para un experimento que recuperaría a personajes como los Invasores o Puño de Hierro, uno de los personajes más queridos por el autor. Así que, primero con Bob Wiaceck en elegante entintado, desde el número cuatro entintándose él mismo; Byrne se introduce en la personalidad de Namor Mckencie, recordando su herencia paterna y penetrando más en sus raíces humanas, en su faceta como respirador de oxígeno y también multimillonario empresario internacional.
PROFUNDIZANDO EN EL PERSONAJE
De esta forma, introduciendo sus acciones en el mundo de la superficie, el relato se fija ahora en aspectos antes inéditos del personaje, no sólo en cuanto a su personalidad y sus motivaciones, sino atendiendo a su influencia en el mundo (y la economía) de los viandantes. Una nueva vía argumental y una original percepción que, no obstante, no encajaba con la trayectoria de un personaje frío, amargado y vengativo para con la humanidad. Por ello, el autor se encarga de llevar la acción a su terreno de forma sencilla, pero efectiva.
Ya en el inicio, Namor, en un nuevo episodio de amnesia y rabia incontrolable, se encuentra con un científico que ha dedicado su vida a estudiar al atlante que le había salvado de la muerte en la infancia. Tras una simple explicación, se señala la condición “mestiza” del atlante como responsable de sus cambios de humor y su eterna alienación, esa sensación de no pertenecer a ninguno de los dos mundos.
La posibilidad del hombre submarino de vivir en ambientes acuáticos y aéreos no está exenta de alteraciones en su organismo y parece provocar, tras largas exposiciones, una especie de distorsión en su cerebro, lo que explicaría su carácter y su escasa empatía con ambos pueblos. Afortunadamente el Doctor Alexander, uno de los secundarios más importantes junto a su hija, tiene también la solución: algo parecido a una máquina de diálisis que filtra y depura la sangre para encontrar el equilibrio entre humano y atlante. Una concesión argumental que, sin embargo, digerimos en un primer capítulo repleto de feed backs y grandes ideas, como que el príncipe marino sea conocedor de la ubicación de todos los barcos repletos de tesoros que se hundieron en algún lugar de la historia y en el ancho océano.
SECUNDARIOS INTERESANTES, VILLANOS INTELIGENTES… Y BYRNE DIRIGIENDO
Así, el príncipe submarino se presenta equilibrado mentalmente por primera vez y dispuesto a centrar sus acciones en el mundo humano, adquiriendo una multinacional llamada Oráculo y dirigiendo sus intereses a la protección del medio ambiente y la ecología, desde su despacho. Esa nueva personalidad, mucho más comedida y reflexiva, sin tantas actitudes violentas y con preocupaciones más terrenales, encuentran también apoyo en circunstancias como la pérdida de la capacidad de vuelo de Namor o la proliferación de intereses románticos del protagonista.
Al menos, esa condición de enamoradizo no es incorporada por Byrne, pues viudo en dos ocasiones y con una larga lista de conquistas, era uno de los rasgos más identificables del hombre submarino hasta entonces. No obstante, en esta ocasión, los romances se entrecruzan en una historia río novelesca en la que aliadas y enemigas se disputan la conquista del príncipe de Atlantis.
LOS PERSONAJES SECUNDARIOS
El elenco de personajes es uno de los mayores atractivos de la serie. Tanto por la aparición de nuevos , como por la recuperación de superhéroes olvidados, como los Invasores o Spitfire, a quién se rejuvenece para devolverla a la adolescencia. El retorno de personajes fetiche del autor, como el Puño de Hierro o las Hijas del Dragón. Protagonismo para Namorita, en pleno éxito con los Nuevos Guerreros. O la presencia constante de invitados especiales de relevancia en el universo de ficción, como los Cuatro Fantásticos, miembros de Los Vengadores, Lobezno o antagonistas como los Skrulls.
Pero no nos engañemos. El Namor de John Byrne es todo, y tan sólo, lo que podemos pedirle a un buen comic de entretenimiento. Es una lectura ligera, interesante y con buena narrativa. Una serie de superhéroes bien realizada, sólida y respetuosa con la realidad de su entorno de ficción y que lanza conceptos nuevos, como la economía o la ecología, en el mainstream del momento. Que introduce situaciones reales, como la unificación de Berlín o la competencia empresarial, con el tono superficial habitual del género y con una ligereza que puede incluso desaprovechar algunos de los mimbres que podía anticipar el argumento.
A la espera, eso sí, de que se publique también la verdadera resurrección de Danny Rand (pues su presencia, de momento, tiene trampa), que se producía en algunos números posteriores, reconocer que recoge algunos sucesos con trascendencia editorial en el presente (entonces) de la compañía, al abrigo de cierto éxito de ventas y el sello de su excelente autor.
LÁPICES, TINTA Y UN ARTE INCONTESTABLE
Terminamos reseña centrándonos en el aspecto gráfico, que podríamos definir con que demuestra por quien está firmado. El Namor de John Byrne es elegante, tiene el porte regio y la complexión necesaria para sostener la imagen del mayor héroe acuático de Marvel. Y el resto es pasear por la vastedad de recursos gráficos del autor. Con mayor esfuerzo en algunas páginas, menos originalidad y detalle en otras; siempre queda patente el estilo y la proporcionalidad presentes en las viñetas de otras obras del autor, con una narrativa siempre ágil y una estética cool acorde con la historia.
Pero el principal escollo lo encuentro en las tintas. El entintado de Byrne sobre sus propios lápices resulta un poco rudo y sucio. Da la impresión de concretar poco las líneas, como si no supiera elegir cuales deben sobresalir sobre otras y con un resultado algo ambiguo, no ayudado por el coloreado por puntos de la época.
No me cabe duda de que, con el apoyo de ilustres entintadores como Terry Austyn o el propio Bob Wiaceck, compañeros de Byrne en otras colecciones, se podría haber mejorado el resultado final de una obra. No obstante, puede ser esa “rareza”, la estética nueva que ofrece ese entintado del autor, otro de los atractivos de esta obra, que esperamos continúe siendo reeditada, al menos hasta que éste abandonara al título definitivamente (y con signos evidentes de cansancio), apoyado en el atragantable dibujo de Jae Lee.
Francisco Fernández Amador